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394, llIISJONEfl DF. J.C'S PP. CAPUCHINOS como ya dijimos; y después de haber quedado libre ele sus compromisos en la Araucanía, tampoco creyó conveniente robustecer con nuevo personal las pequeñas comunidades de Concepción y Los Angeles. Creemos hacerle justicia reconociendo la elevación de miras que guió su · proceder en este punto importan– te; pero, aun así, rio acertamos á ver la razón del casi completo abandono en que la Provincia de Castilla dejó estas Misiones en aquellos años, Porque efectivamente: provista como hemos anotado la extrema necesidad de los infieles con la oportuna lle– gada de )oq Capuchinos de Baviera, el orden jerárquico, indicado en el capítulo XII. N. 0 I, duró hasta que, nom– brado el P. Burcardo Prefecto Apostólico, procedióse al nombramiento del Custodio regul ar, según lo ordenado en el decreto de erección de Custodias; nombramiento que recayó en el M. R. P: Pedro de Usún dándosele por consiliario · ó asistente al M. R . P. Baltasar ele Loda– r es . Desde este momento quedaban definitivamente des – lindadas las dos jurisdicciones entrP. fieles é infieles, con grande ventaja para todos; ~no tenían pues derecho los religiosos, que con tanto celo trabajaban ya entre los fieles chilenos, á esperar ser secundados por el Pro- vincial de Castilla en sus planes de expansión?...... . Pues bien; éste, movido quizá por la casi imposibilidad en que, al pronto, se encontraba la Provincia de Valencia de mandar misioneros á Venezuela y á la Goagira, volvió sus caritativos cuidados á estas regiones, y les ofreció sus misioneros, con evidente detrimento de las de Chile; y por más que el P. Custodio reclamaba con urgencia nuevos operarios, no recibió ninguno; antes bien, las en– fermedades y ulteriores disposiciones de los Superiores

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