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RK CHILE Y AIWEN'l'lNA 27 Así a,·anzaba el reino de l)ios en este hermoso país, á pesar de los abusos de los colonos espaíioles, intencio– nadamente abultados por los enemigos de la :\ladre Pa– tria, y á pesar de los defectos ele toda obra encomendada á los hombres. Los naturales se sometían cautelosa– mente al yugo del E,·angelio, que desde luego los cauti– vaba con sus doctrinas sah·adoras; pero celosos de su in– dependencia, no querían que, so pretexto de ci,·ilizarlos, se les hiciera escla,·os de un poder extraño; de aquí que repetidas veces, incitados por alguna irritante injusticia de los espaíioles é impulsados principalmente por los que aún se obstinaban en su infidelidad sakaje, se levantaran en formidables insurrecciones que hicieron pasar duros trances á los conquistadores y arruinaron repetidas veces los poblados edificados por ellos, pas:í.ndolo todo á san– gre y fuego, sin respetar lo santo y sagrado. :\Iuchos misioneros fueron víctimas inocentes de estos le,·anta– mientos, que repitiéndose con harta frecuencia, parecían hacer zozobrar la causa del E,·angelio, ahogándola en la sangre de los mártires mezclada con la de los malos cris– tianos. ¡\sí sucedió en el año r 598, en el cual los indios asolaron completamente la ciudad de Imperial, obligando {t sus moradores, que escaparon con vida, á una fuga precipitada, refugiándose muchos en Concepción. Después de la tormenta, el Iltmo. Sr. don Reginaldo Lizarraga de la ( )rden de Predicadores, no habiendo po– dido reunir de nue,-o á sus fieles en el lugar de su Sede, se resolvió trasladarla á Concepción, situada entonces muy ventajosamente en el puerto de Penco, realizándolo así el ¡ de Febrero ele r 60 3. l\Ias el asolamiento causado por los fieros araucanos, había dejado la región tan em– pobrecida y tan despoblada que el prelado juzgó necesa-
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