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EN LA AHAUCANÍA 188D--19l0 385 -c¡ ue escribie•ron el P. Luis de Valdivia, el P. Hawestadt, el P. Fábres, d P. Diego Rosales y el sacerdote señor Sallusti; comprueba sus ideas con las observaciones he– -chas por él, y se v_e que, salvo ligeros detalles, están de acuerdo. En lo que no conviene con ellos ni con los Padres ,capuchinos Adeodato de Bolonia y Octaviano de Niza, es en la adoración que todos creyeron que los indios tributa– ban al demonio ( TVekufú). El autor de las Lecturas araucanas ha sido testigo, repetidas veces, del horror que tienen los indios al Malo ·á quien no aman, ni adoran , sino qu~ le temen por los males terrenos que les puede -causar. A TI'ekufú encuentran estos salvajes en las la– gartijas, en los huesos, y en los palitos señalados por sus J_fachis,- á este propósito refiere el P. Félix que hay en lVapi un camino llamado ,Lugar doJlde se ha quemado el demonio ». El origen de este nombre fué que, en ocasión -de estar gravemente enfermo un cacique, los llíacltis 1·eunieron una buena porción de lagartijas y las quema– ron allí, creyendo, ó fingiendo creer, haber quemado al 1Vekufú, autor del mal del caciqui:. No lo aborrecen, pues, precisamente porque sea malo, así como no adoran á su dios porque sea bueno , sino que á éste le rinden culto por los bienes que esperan de su bondad; y aborrecen al primero por los males que les causa: es el maniqueísmo ineludible, en que cae el hombre ante el misterio del mal, cuando no ha recibido, ó ha olvidado la revelación divina. En este dualismo supersticioso admiten aún los araucanos , como hace 60 años, algunos demonios subalternos que llaman Pzllafies, autores de las calamidades que afligen á los mapurites por las tormentas del aire, del ma~, ó por otros fenómenos naturales; pero el mal moral, como dar H. MISJO !>ES 25

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