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EN LA ARAUCANÍA 1889-1910 383 constituye un plato de madera, casi siempre viejo, ( 1) ó muy usado, donde se deposita la sangre de la víctima degollada, y se mezcla con clúcha de maíz ó de trigo. Los sacerdotes, llamados Nguenpz'Jzes, son unos ancia– nos encargados de convocar y presidir las N,r;uillatuues. El sacerdote goza de grande autoridad para cuanto ata– ñe al culto religioso, de tal manera, que los caciques mismos le están sometidos. A este propósito cuenta el P. Félix de Augusta una anécdota personal, que creemos oportuno trasladar aquí. « Cierto día, hace unos once años, visitamos á los indios de Trawowan, reducción ma– rítima, á los cuales habíamos reunido ya dos veces y ense– ñado la doctrina y el rezo, sin que hubiesen demostrado mala voluntad. .E.n esta ocásión los encontramos ocupa– dos en los preparativos para hacer sus rogativas, y se disculparon ellos con no tener tiempo. No pudimos re– primir nuestra indignación, y con el fin de imponernos á estos rebe:des , nos apoyamos ei1 la autoridad del caci– que principal, que reprobaba tales rogativas ; pues era bastante inteligente para conocer que eran un culto su– persticioso, y • temía los desórdenes que traían consigo. Nos observaron friamente estas gentes: tratándose de rogativas no nos ateJZemos á los cacz"ques: eJZ estos asun– tos tenemos otros que nos maJZdan,, se refirieron á los Nguenpines ; (2) ¡¡ Bonita lección para los antiguos y (1) Parece extraño, como advierte el autor, que 8e elij I un plato viejo pá.ra este objeto. La razón, que los mismos i ndios confie-an sin avergonzarse, es que hay peligro de que el plato sea robado; y en ese c:3so, el que pinde el plato, pierde menos que si fuera nue– vo. ( P. F élix. Lecturas. p. 225, nota 3). (2) Lecturas. arau~anas Apéndice. p. 227.
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