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382 llIISIONES DE LOS P.P. CAPUCHINOS dos en Panguipulli por el P. Sigifredo, misionero de aquella región. Según declaración del P. Félix, les foé preciso someterse al ímprobo trabajo de convidar á vie– jos, niños y machz"s, y hacerles contar repetidas veces los mismos episodios y cantar los mismos cánticos; va– liéndose, para fijar mejor los textos, del fonógrafo, con cuyo auxilio han reducido á la gama musical las tonadas araucanas; curiosidad digna de todo encomio, y que ha– ce honor á quienes de tal modo se ingenian para per– petuar la historia de la vida moral de un pueblo, que piensa, ama y siente aspiraciones de un orden ético y religioso, que lo hacen digno de mejor suerte, y lo ale– jan por insalvables distancias del mono, con quien lo quie– reñ emparentar sus explotadores anticristianos, que no se atreven á maltratar los caballos con cuyo comercio se ennquecen. Nos abstenemos de seguir detalladamente las diferen– tes investigaciones etnológicas que contiene la hermosa obra del P. Félix, porque creemos que no es éste el lu– gar de un estudio bibliográfico. Solamente queremos hacer notar el estado actual de las ideas religiosas y morales de los araucanos, para que, comparándolas con lo q~1e respecto de ellas oímos referirá los antiguos mi– sioneros en los capítulos primero y tercero de esta his– toria, pueda apreci2.rse el grado de progreso en que hoy se encuentran, y lo poco qqe avanzan estos pueblos, mientras no reciben la plena luz del Evangelio. La forma más solemne de su religión se manifiesta en un culto público, oficial, por decirlo así, llamado rogati– vas ó Ngui!!atunes; en ellas tiene lugar el sacr~ficio solemne para aplacar la divinidad ; la víctima es de ordi– nario un cordero; á veces un torito ó potrito: el altar lo
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