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EN LA. ARáU OA.NÍA 1889-1910 341 min, Félix José de Augusta y Tadeo de Wisent con el hermano lego Fr. Sérvulo de Gottmannshofen, qui-=nes fueron recibidos por el P. Prefec to con verdadero entu– siasmo y carifio fraternal , y destinados muy pronto á las Misiones más penosas , supuesto que eran jóvenes deseo– sos de trabajar y levantar la carga de los viejos misio– neros. « Cuando llegaron nuestros primeros misioneros , dice el P. Burcardo ele Roe tingen, ( r) casi la mitad de las estaciones de la :Misión es taban sin misioneros .. . Había misionero que tenía á su cargo diez ó doce mil cristianos d ispersos por campos y montafias en una extensión ele cincuenta, ochenta y más leguas cuadradas ». En el mismo lugar se hace notar unél dificultad imp revista que tuvieron que afrontar los Padres alemanes, y e ra que, como pre– dicaban á los indios y á los campesinos chilenos la obli– g ación de la confesión y ele la comun ión anual, cosa que en tre e_llos apenas había arrai gado, y en parte había caído en desuso por la penuria de sacerdotes en los últi– mos diez a fios, creyeron que los nuevos Padres no eran catól icos, sospecha que acen tu aba aún más su nacionali – dad germánica; pues, como casi todos los alemanes del Sur de Chile, con quiénes los indígenas araucanos y chi– lenos deben rozarse en sus tratos y negocios, son cran – gi!t"ms, no acertaban ellos á separar esta circc1ns tancia de la nacionalidad, y así tLl\'ieron á los nuevos misione– ros por protestantes; y no faltaron (ni faltan ) quienes aprovecharan esta circunstancia para prevenir á los indios con tra sus misioneros , cuando es tos estorban cierlK)s planes ele comercio y explotación. No obstante, pronto ganaron la volu nta d de los cristianos; y más cuando los (1) Annl ecta Ordinis vul. XXII. p. ;_;.'d.
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