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304 MISIONES DE LOS PP. CAPUCHINOS del clero secular, que en buen número solicitaron el santo hábito, se comprende fácilmente que, en tan corto espacio de tiempo , no pudieran contarse comunidades muy nutridas ele hombres ya formados. Ardua era ele sí la tarea de organizar los conventos conforme iban adqui– ri éndose los &ntiguos ó fundándose o tros de nuevo, para que la nueva era que se iniciaba fuera tan gloriosa como los recuerdos de los antiguos capuchinos, dispersados y casi extinguidos por la persecución. Maravilla grande debe creerse el encontrar en r 888 diez y siete conven– tos ya formados y esparcidos por todas las regiones de Espa!'ia, sin que á tan ráp ida propagació n fue ran óbice ni la austera vida de la Orden, ni los desaciertos y con– traried ades que en aquellos días sobrevinieron. El Rvmo. P . Joaquín había conseguido formar noviciados numero– sos en Fuenterrabia y en Olleria: colegios de jóvenes en Pampl ona y Arenys de Mar: para prevenir la escasez ele vocaciones y formarlas desde más temprano, estableció en ~Iontehano la primera E scuela Seráfica, donde edu – caba numero so s ni11os, modelándolos para capuch inos y misione ros, con el ascendiente particular que siempre tm·o en las almas juveniles; y cuando meditaba fundar en l'\avarra el gran colegio de Lecároz con el fin de edu– ca r allí todos los j óvenes como en una universidad ca– puchina, donde se desarroll aran vigorosos los estudios y la vida intensa de comunidad, sorprenc!i óle la visita del ::\I. R\·do. P . Urban o ele Casola. No hubo ele hace r grandes esfuerzos el Venerable Pre– fecto para persuadir al Rvmo. P. Provincial de Espai'ia, qutdanclo luego conformes en que nadie más que los capuchinos espai'ioles debía tomar á su cargo la conser– vación ele las Mision es de la Araucanía. Presentó lueao b

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