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:2\)8 MISIONES DE LOS PP. CAPUCHINOS gor al anciano Prefecto y le hacía mecerse en hermosas ilusiones con la mira puesta en la ayuda de Dios y en las energías de su gran corazón; porque, después de re– latar con fruición los trabajos del llorado P. Constancia, exhortaba á todos á seguir su ejemplo y afiade: « Sí Rvdos. Padres y Hermanos: Dios quiso servirse de no– sotros, misioneros, para una obra que en poco tiempo más dará estabilidad p:-ovechosa para la Religión y para la República; y todos se verán precisados á confesar qile ún icamente las Misiones de la Araucanía han conseguido Yer cumplidos los deseos de varios siglos, y abierto los corazones á las dulces esperanzas de ver á Chile formar un solo pueblo bajo la hermosa y santa bandera de la Religión y de la Patria,. Hermoso ideal , propio de un hombre cuya patria es el mundo, en cuanto que es herencia de Jesucristo. Tal era el P . Alberto cuya voz de aliento no oyeron más sus que ridos misioneros ; pues, minado lentamente por una insidiosa enfermedad pulmonar, que h..1bía hecho su apa– rición en el afio anterior, juzgó necesario renunciar su cargo, para que su forzosa inacción no perjudicara en lo más mínimo la marcha de las Misiones. Presentó pues su renuncia , que fué aceptada por la Sagrada Congrega– ción, quedando de Vise Prefecto el M. Rvdo. Padre Ur– bano de Bolonia. En el mes de Agosto de r 8S7 agravóse de modo ala rmante la salud del P . Alberto, y obedeciendo á ca– rifi osas insinuaciones de sus superiores, consintió en tras– ladarse de Santiago á Concepción, esperando que aquel clima le sería favorable; pero no fué duradera su mejo– ría, y el día r 6 de Julio de r SS S entregó su alma á Dios.

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