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PERÍODO DE TRANSICIÓN 1882-1888 281 precipitadamente, buscando un refugio seguro, lejos de aquelbs bravos indios, entre los cuales, sin embargo , se quedó durante un año, el célebre P. Rosales con inminente peligro de muerte. Pasado este tiempo, viendo que su he– roísmo no producía provecho alguno, se retiró también , y desde aquella remota fecha no hubo sacerdotes en tan escondida región, la cual, con el tiempo y con la me.t– ela de indígenas y restos de la antigua población espa– ñola, era habitada en 1881 por una raza brava, cruel y astuta. Por esta razón, en el levantamiento general de este año, las tribus de Boroa se llevaron la palma en feroci– dad, y crímenes de todo género; pero cuando llegó la hora del castigo el cacique Neculman, más criminal que nadie, se apresuró á ponerse en salvo y presentarse, poco después, al Gobernador de Toltén, haciendo fingi– das protestas de inocencia. Obtenido de él un salvo con– ducto, se dirigió á Santiago y solicitó una audiencia con el Ministro del Culto, en la que , repitiendo sus protestas , y manifestando la más rendida sumisión á las autoridades chilenas, pidió con marcada insistencia c¡ue se le conce– diera una Misión de cristianos en su tribu. El Gobierno admitió esta demanda de Neculman, trasmitiéndola luego al P. Prefecto Capuchino, con permiso y subsidios para establecer la Misión en Boroa. Empresa era esta harto difícil y peligrosa, ante la cual, sin embargo, no retrocedió el P. Alberto de Cortona, queriendo aprovechar aquella ocasión para lograr su acariciado intento, siquiera fuese preparada por la per– fidia de aquel bárbaro; y al punto destinó á la nueva fun– dación al P. Alfonso de Bitonto, el cual nos refiere los principios de ella con estas paabras. «El r. º de Noviem-

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