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278 1\IlSIONES DE J.0S PP. CAPUCHINOS también me encontré en inminente peligro de morir, pero la di\'ina Providencia quiso conservarme la vida para que la emplease á su mayor gloria », (r) Para reprimir este general levantamiento dispuso el Gobierno, qu e las primeras tropas que regresaban del Perú, se dirigieran inmediatamente al Sur de Chile y eje– cutaran un ejemplar castigo en los rebeldes. Así se hizo. El coronel don Gabriel Urrutia, muy práctico en aque– llas region es, tomó el mando de las fuerzas que reco– rrieron en dos afios toda la línea del Cautín al alto Bío– Bío hasta la falda de los Andes. Duro fu é el escarmiento y muy merecido por las inau– ditas salvajadas cometidas por los indios, tanto que ya no han levantado más cabeza ni osado armarse contra la fuerza, que desde entcnces los oprime, despojados de sus tierras y reducidos á vivir de lo que el Gobierno les quiso dejar. Pero los histori~dores enemigos de España y de la Iglesia, que lamentan con hipócritas endechas la cruel– dad y guerra de supuesto exterminio de los conquis– tadores del siglo XVI, cantan, regocijados, himnos de triunfo al ejército chileno, el cual, á la verdad, no hubo de hacer prodig:os de valor para aniquilar con todo e¡ armamento moderno á un pmí.ado de salvajes, fieros, sí , indomables y crueles, pero degenerados por el alcohol y armados de lanzas y viejas carabinas. Nosotros, alabando la pronta y eficaz represión ope. rada en los araucanos, no podemos participar de tal es entusiasmos; á contar de aquellas sangrientas jornadas, la fuerza oprime al indio; desde en tonces data la expo- (1) L'Ar::mcanía. Cap. III, págs. 97-99.

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