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274 :MISIONES D~, LOS PP. CAPUCHINOS > Entonces dejamos nuestro escondite y nos acercamos al otro lado del rfo, y saludándolo le pedimos noticias, y él nos hizo embarcarnos para llevarnos á Toltén. Era tan grande la lluvia que los remeros desfallecían y la barca avanzaba muy poco. »Hacia el medio día nos encontramos á la vista del monte Nifme; y el P...Constancio, considerando la lenti– tud de la barca, combatida por la corriente contraria, prefirió desembarcar y hacer á pie el resto del viaje.., y nosotros, animados por su ejemplo, resolvimos seguirle y llegamos al monte JViíme á las dos de la tarde. La lluvia de la noche anterior había dejado el camino en ta– les condiciones que apenas podíamos tenernos de pie, pues el fango estaba resbaladizo como el jabón. »Nuestro buen viejo el P . Constancia, aterido de frío , por tener todavía húmedo el hábito y por el viento he– lado que corría nos movió á compasión: así es que hi– cimos alto, y encendimos una hoguera para calentarl o. Este peque.ño alivio lo llenó de vigor, y siguió animoso el viaje. » Apenas habíamos llegado á la mitad del camino, cuan– do vimos un grupo de indígenas armados que venían hacia nosotros. Eran los caciques de Queule y de Tol – tén, los cuales se ofrecieron al Gobernador para ayu– darle con todos sus hombres. Se acercaron á. nosotros, y, hechos los saludos prescritos, viendo que viajába– mos á pie tuvieron la atención de ofrecernos sus ca– ballos, y nos convidaron á volver á Queule, creyendo que era el lugar más seguro. Yo solamente acepté, y regresé á Queule, pues, pocos días antes de levantarse los insurrectos, había recibido orden del Superior de dirigirme á aquella Misión. Nos abrazamos, por lo tan-

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