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EN LA ARAUCANÍA 1865--188~ 273 hombres armados vigilaban al rededor de la iglesia para defenderla en caso de necesidad. »Después de haberlo saludado y abrazado nos dijo que había tornado aquella i)recaución porque le habían avi– sado que el cacique de Ciancián iba á venir aqcella no– che con sus hombres á quemar la Misión. ~Pregunté yo al P. Constancia qué deberíamos hacer en vista del inminente peligro, y fué de parecer que pa– sásemos la noche escondidos en la selva vecina: DDejarnos pues al P.Juan de Bardino con sus valientes para la defensa de su iglesia, y fuimos en busca de un asilo. Todavía no habíamos llegado al lugar escogido, cuando comenzó á caer una abundante lluvia. ¿Qué hacer sino conformarnos con la volnntad de Dios? » Una vez que estuvimos todos juntos, cada uno buscó un lugar para esconderse del mejor modo posible, sin apartarnos mucho unos de otros, y sin tornar ningún ali– mento, pensando sólo en alimentar nuestra alma con la oración. Envueltos en una manta, y guardando rigu– roso silencio, nos dispusimos á pasar la noche. > Después de una hora que estábamos recogidos bajo la frondosidad de los árboles, empapados en agua, lle- 11os de temor é inciertos de nuestra suerte, oírnos de pronto un grito .. . ¡Adelante! ¡adelante! .. . el cual nos heló la sangre, creyendo que habíamos sido descubiertos por los insurrectos; mas se disipó nuestro miedo cuando re– ·conocimos la voz amiga del señor López, gobernador de Toltén, el cual pasaba el río con un buen número de soldados que llevaba para reforzar la guarnición de la -colonia chilena. H . MISIONES 18

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