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EN LA ARAUCANÍA 1865-1882 267 misioneros. Sin noviciados ni colegios , ni vida regular, los misioneros estaban condenados á morir, sin esperanza de que sus trabajos fueran llevados adelante : y así sucedió en Chile, pues en los diez años anteriores á la fecha que nos ocupa, apenas llegó un misionero nuevo: la esperanza de reorganizar los conventos mantuvo á muchos jóvenes en Italia , sirviendo hospitales, y trabajanrlo como sacerdotes seculares, mientras nuestra Misión sufría un daño irrepa– rable. Y como si todo se hubiera conjurado para des– truír lé,. obra tan bien comenzada, dos lamentables suce– sos vinieron á completar el negro cuadro que vamos contemplando: fueron éstos, la elevación á la Presidencia de la República de Chile de don Domingo Santa María en I SS r, y la insurrección general de los araucanos en el mismo año. Difícil es juzgar cuál de los dos acontecimientos fué más lamentable desd e el punto de vis ta religioso y aún patriótico. Ya dijimos en el capítulo segundo de esta historia la mal éfica influencia, que en el Parlamento ejercía el señor Santa María desde su escaño de diputado por San Fe– lipe; siendo el porta-voz y caudillo en todos los conflictos surgidos entre la Iglesia y el Estado. Llegado á la Presi– dencia encontróse con la vacante de la Sede Arzobispal, por muerte del señor Valdi,·ieso (IS 7 S), y con la presen– tación del señor Ta fo ró para sucesor de aquel ilustre Pre– lado. Tal fué el pretex to de la persecución iniciada por el señor Santa María, y la ocasión en que resurgieron pujantes todas las cuestiones teo!óg-icas que tanto habían apasi onado los ánimos durante la Presidencia del señor Errázuriz Zañartu. Sabemos ya las graves incidencias de aquel ruidoso

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