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2(i6 llllSIONER DE LOS PP CAPUCHINOS desde que Víctor Manuel I había subido al trono del Pía– monte en I 848. Hizo sentir primero su mano opresora con la abolición del fuero eclesiástico: de los diezmos, del derecho de asilo, y con la supresión de las Congre– g·aciones religiosas dedicadas á la enseñanza. Después ( I 8 59) el sacrílego monarca comenzó á so– jüzgar toda la Italia con el intento de hacerla una bajo su tiránico gobierno, que llevó las mismas leyes opreso– ras de las conciencias á todas las provincias usurpadas. Luego en I 866, casi triunfante en su empeño, bajo pretexto de reponer la hacienda pública, mal parada por los dispendios de tantas empresas, fueron robados todos los bienes de la Iglesia, suprimidos todos los monasterios, con muy raras excepciones; y, por fin, cuando en 1870 se intentó la usurpación de Roma y se agravaba irreme– diablemente el conflicto entre el reino de Italia y el Pon– tificado, se remachaban los candados de los conventos y se hacía imposible la vida de los religiosos ( I ) . Al principio podía parecer que esta época de persecu– ción sería favorable á las Misiones extranjeras, pues lan– zaba fuera del territorio nacional á tantos religiosos italianos, que buscarían un refugio y un palenque donde trabajar por Dios . Efectivamente muchos emigraron á la América y al Asia: un número considerable de capuchi– nos robusteció las Misiones que la Orden tenía en Brasil, y la Araucanía se vió tambi én favorecida por estos após– toles desterrados; pero cegada la fuente, deshecha la orga– nización de las Provincias religiosas, no era posible aten– der debidamente las Misiones ni mandar periódicamente (1) Funk. Comp. de la Historia de la Iglesia, Epoca 3.u. Segundo Período, C. I. pág. 541.

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