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262 llIISIO~ES DE LOS PP. CAPUCH!NOS 111. Primeras escuelas para niúas indígenas La idea tanto tiempo acariciada por los mejores mi– sioneros, se tradujo por fin en hechos, siquiera fuera en pequeña escala, en las misiones de Queule y Bajo Impe– rial. El M. Rvdo. Padre Prefecto lo comunicaba al Mi– nistro del Culto en el año 1876, (1) y al mismo tiempo que solicitaba el sostenimiento de las preceptoras y de las niñas, aducía un argumento práctico, de cómo se po– día rehabilitar la mujer araucana hasta levantarla, en su nivel intelectual, á más al to grado que el indio. Este ar– gumento eran las dos preceptoras. El P. Juan de San Juan nos ha dejado este precioso recuerdo en las Memorias inéditas. « Las niñas María Francisca y María Juana Cull fin– guanco, dice, habían sido educadas cristianameme junto al Padre misionero de Queule, y llegadas á la edad com– petente para el matrimonio, sus padres intentaron casar– las con dos soldados chilenos irreligiosos y de malas cos– tumbres. »Las niñas, santamente alarmadas ante tal proposición, huyeron solas de noche y á píe sin guía, ni provisión al– guna, atravesando selvas solitarias por espacio de cua– renta millas, que separan la Misión de Queule de la de San José: de aquí fueron encaminadas á Pelchuquin cuyo misionero las dirigió á Valdivia, como punto más seguro. »Ellas, firmes en su determinación, no aceptaban un (1) Biblioteca Nacional. Tom. 43, anexo 29.-Memorias l\finis– teriales.

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