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EN LA ARAUCANIA 1865-1882 26l , Por la tarde tuvieron otra reunión; y, temiendo yo y los que conmigo estaban alguna traición, velamos toda la noche. Los araucanos creen que aquello que dá la suerte lo dá Dios por eso no resistieron más á mi buena suerte, por el temor de que Dios les castigara. , Por lo tanto, llegada la mañana, se ausentaron todos , derribando antes algunos maderos de los que había plan– tado para levantar el edificio, diciendo al mismo tiempo llenos de cólera : « dejad que haga su casa que más gran– de será la hoguera »; pero como estaba de mi parte el ca– cique Aignauco, hombre de mucha reputación, siguió todo en paz y yo pude edificar la iglesia dedicada á San Anto– nio, la casa y la escuela, y al momento comenzar las cla– ses . El número de alumnos unas veces era mayor y otro menor; pero nu:1ca pudo haber más de treinta y cinco, por falta de recursos; pues, ade,nás de enseñarles el catecismo y las oraciones, á leer y escribir, aritméti– ca, geografía é historia patria, era preciso darles todo el material de escuela, vestidos y mantenimiento, y pagar además dos mujeres que corriesen con el gui– so de la comida y con el cuidado de la ropa; para todo lo cual recibía un subsidio de quince centavos por cada alumno. , Mas Dios se dignó bendecir mis fatigas, y San Anto– nio me asistió con su protección , porque en poco tiempo tuve el consuelo de ver cambiados mis más fieros ene– migos en los más cordiales amigos; y aquel paraje, que era una selva inmensa, se ha convertido en una hermcsa campiña cultivada, y los indígenas, en su mayor parte, son cristianos.

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