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EN LA ARAUCANÍA 1865-188~ 259 irritaron mucho más cuando vieron tanto material reuni– do en el lugar destinado para los edificios de la Misión; algún mal intencionado les había hecho creer que yo no edificaba casas para Misión sino cuarteles para soldados . • Las amenazas me llegaban de todas partes: y viendo que yo seguía fabricando, sin inmutarme, llamaron al cacique Cattúgur de Pangnipuli con. todos sus bárbaros, para destruir mis trabajos, sacarme de Purulón y ma– tarme. >>En efecto, á principios de Noviembre de 1874, cuan– do ya estaba comenzada la fábrica hacía alg-unos meses, vino dicho cacique con sus hombres y con otros muchos de Cúlcia, y me acometieron primeramente con palabras duras y brutales, acompañadas de amenazas crueles y salvajes. Cuando concluyeron de derr.1mar su bilis, les expliqué el fin por el cual había reunido todos aquellos maderos, que no era para edificar cuarteles, como ellos creían, sino para hacer casa para los misioneros, los cuales en su país no habitaban casas tan miserables, co– mo las de los araucanos. Además que aquellas maderas estaban reunidas para hacer una bella casa al gran Dios de toda la tierra ( Gunegen) con el fin de tenerlo propicio, y de esta manera no mandase la peste á este país, y los indígenas vivieran muchos años, recolectasen buenas co– sechas y no sufriesen más hambre. En fin, que aquellas maderas debían servir para fabricar una escuela donde enseñar á sus hijos muchas cosas que no sabían. •Estas razones, las más conformes con su rudeza y falta de capacidad, los calmaron un poco, pero no se les pudo quitar de la mente la sospecha que ellos habían formado , de que yo hacía aquello para cuarteles milita– res y nó para casas de la Misión.

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