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256 lllISIONES DE LOS PP. CAPUCHINOS toral, en el aí'ío IS 7 2, por las provincias de Llanquihue, Valdivia y Arauco. Constante en el tradicional ernpeí'ío de sus predece– sores de cumplir con las normas de la Sagrada Congre– gación, entregando á la jurisdicción ordinaria de los Obis– pos las reducciones ó pueblos completamen te cristianos, para poder ocupar los sagrados operarios en nuevas re– ducciones de infieles, propuso en su segunda Memoria anual trasladar la Misió'l de Río Bueno á Tiluco, la de Pelchuquin á Panguipulli , y la de San José á Cudico; pero no tuvo mejor suerte que sus predecesores; la misma causa producía los mismos efectos; id énticas e ran las cir– cunstancias de la diócesis de Anc:ucl; no tenía clero con qué r egentar las misiones e rigidas en Parroquias. ,-\1 propio tiempo anota las cantidades que recibían los mi– sioneros del ramo de Cruzada: de las quince misiones, diez eran subvencionadas por el Gobierno y cinco por la Cruzada con $ 41.6 5 mensuales el Padre Prefecto y $ 29 por cada misi onero sacerdote. A pesar de las dificultades sobredichas , el Padre Al– berto no desistió de su propósito de internarse más entre los indios; pidió y obtuvo del Señor Atzobíspo de San– tiago la suma de $ I ,500 para establecer una nueva Misió n e n Purulón, quince leguas más al interior que San José de la Mariquina, cuyo misionero r~cibiría tam– bién una asignación mensual por servirla, mientras no se formalizara completamente la reducci ón con su misionero propio; más un $ r .50 al mes por cada niño que acudiera á la nueva escuela. Oigamos ahora contar al celoso misi onero P. Octa-
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