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~N LA ARAUCANÍA 1865-1882 253 obligaban á centuplicar sus sacrificios para que su labor no fuera estéril. Así lo exponía de nuevo el P. Jeremías en su Memoria anual al Gobierno, en r S 7 1, ( r ) en la cual re– petía por centésima vez lo que veremos repetido por to– ·dos sus sucesores, que era un 2,bsurdo pretender refor– mar las costumbres salvajes de aquellos pueblos, dejan– ·do en completo abandono la educación de las niñas; daba gracias al Supremo Gobierno por los auxilios ex– traordinarios que le nabía concedido, para reparar la iglesia y casas misionales de Imperial, devoradas por el incendio, y hacía de paso notar los profundos trastornos que la pasada revuelta había traido al misionero de aquella reducción, pues en el año anterior (1S70) sola– mente había habido veintisiete bautismos y dos matrimo– nios; previene finalmente al Ministro que el misionero de Río Bueno servía también la vice-Parroquia de la Unión, y no· acierta á concluir su relato, sin insistir de nuevo sobre la idea de levantar escuelas para las pobres ma- p uc!titas, anunciando que en aquel mismo año emprende un viaje á Europa para buscar una Congregación de Re– ligiosas misioneras , que se encargasen de las niñas indíg-enas de la Araucanía, y comple tasen la obra d2 los misioneros Capuchinos; espera solamente que el Estado facilite las sumas necesarias para levantar pronto algu– nás escuelas. El M. Rvdo. P. Jeremías fué, efectivamente, al viejo mundo, á principios de aquel mismo año, con tan lauda– ble propósito, acariciando en su espíritu la idea de re– g resar en breve tiempo á realizar sus planes ensayados ya en Toltén con una escuela fiscal para niñas; pero la (1) Biblioteca Nacional, aiio l Sí l. lYiemories .Ministe riale,:.

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