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EN LA ARAUCA NÍA ]859-]865 231 sonario, y, sobre todo, con las penas indecibles que su– frió por espacio de 24 años en las difíciles fundaciones y asis tencia de las dos Misiones indígenas de Queule y de Toltén. ( r) "En comparación de todo lo que hizo el Padre Pedro de Reggio en Toltén, bien poca cosa es el bien que yo he hecho en r 2 años. » Lo que apena y llena de asombro al que lo considera, es el número insignificante de matrimonios cristianos in– dígenas, y el número rela tivamente grande de difuntos. , En r '.! años han muerto casi la mitad de los indígenas; y de españoles no han muerto apenas más que una sexta parte. Esto es debido principalmente á un defecto de educación de parte de los indígenas, que los misioneros no han podido remed iar. Efectivamente, nuestros misio– neros comprendieron desde el principio, y no cesaron jamás de predicar, que no cumplían los padres su deber con suministrar lo material ;:\. sus hijos; sino que debían hace r~os educar; y no sólo- á los hijos sino también á las hijas , y no dejarlas en el 2.bandono en que las dejan; pues de otra manera perdíamos inútilmente el tiempo y el trabajo. »Nosotros educábamos en la Misión los niños arauca- (1) E l Padre Pedro de Reggio Emilia fué un verdadero modelo de ;-;ant id ad; y su memoria dura aún rodeada de yeneración entre los afortunados que lo trataron y pudieron recibir sus consejos , cnanclo, en Jo::, últimos añ os de su laboriosa vida, consumía. todo ,.:u ti empo entre la ora ción y el tribun al de la penitencia. Repeti– d Ri" YeC PS hemos escuchado con emoción de los labios de eus con– temporáneos las ponderaciones mas entusiastas, que dejan en el ánimo h halagL°1eña impresión de habei· oído hablar de un her– mano san to.

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