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1() i\f!NIOXER DR LOf. l'l', C.\Pl'CHINOS sus padres y tutores; mas no hay ley civil ni histófiica que pueda calcular la hora en que un pueblo puede go– bPrnarse ;:i sí mismo como soberano, pues depende de mil circunstancias que imposibilitan todo cálculo y pre– vision. Esta es la razón por la cual comienzan á ser in dependientes haciendo alardes de fuerza y declarándose en rebelión armada contni. sus legítimos soberanos, los cuales, en uso de un perfectísimo derecho tratan de re– primir las re\·oluciones ele los pueblos, que al fin triunfan, asi una prueba de hecho de que se les puede á sus propi1.s iniciativas. seria tener muy en cuenta estas verdades pro– clamadas por la histori:i. para poder apreciar las razones los enemigos de España exponen en sus historias cuando tratan de justificar el grito de independencia lanzado por las colonias Sud-americanas en los albores del siglo XIX. Si se tratara de otras colonias dirían, como dic1;:n, llegaron á ser adultas y que era natural su emancipación; tratándose de las colonias hispanoame– ricanas, es preciso ofender á la generosa Nación que se desangró para dar \·ida y cristianizar todo un mundo nueYo, y decir en todos los tonos, que la imbecilidad de los Reyes, la tiranía de los Gobernantes y la Inquisición religiosa hicieron estallar la revolución y sacudir un yugo, tres veces injusto. l\fas lógico sería hacer notar con criterio histórico imparcial, que la situación por demás difícil creada en España por la invasión napoleónica, que pri\·Ó á la l\1etrópoli de su Rey, y obligó al pueblo á reconquistar el suelo patrio en heroica y legendaria lucha, fué la hora crítica aprovechada por las aspiraciones de independencia que acariciaban las colonias americanas,
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