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222 l\lISIONES- DJ:: LOS PP. CAPUCHINOS patrones en sus tierras y no podían ir- á. trabajar como esclavos para otros>. Recordando entonces_. el orgullo araucano y cuán grande era el odio que tenían á los huincas y espaiio!es, dije á mis compañeros y hermanos que no nos quedaba otro remedio sino marchar todos á la selva vecina á cortar la madera nece3aria para hacer la casa nosotros mismos. Por esta razón Fray Sebastián al momento tomó el hacha y marchó á cortar los ár– boles. » El Padre Pedro se dedicó á recoger unas raíces lar– gas, sutíles y fuertes llamadas boji, y el Padre Alejandro y yo abrimos en la tierra los agujeros para plantar los maderos. Los transportamos de la selva en las espaldas, los levantamos en los lugares señalados, y los amarra– mos con aquellas cuerdas vegetales, hasta dejarlos estre– chamente unidos. El techo lo formamos con unas yerbas largas cubiertas de betun, que fos hac(' más duraderas; y la puerta la formamos c.:on tablas de una caja grande que Fray Sebastián había llevado por mar. Todo fo é obra de pocos días. , Cuando ví que los Padres tenían ya un lugar para su alojamiento y un pedazo de tierra para cultivo, me dis– puse para regresar á mi Misión; mas no fué posible, porque, á consecuencia de las incomodidades y fatigas de aquellos días, me sobrevino una fuete desintería , que me obligó á permanecer tendido sobre dos cajas un día y una noche, hasta que Fray Sebastián recordó que ha– bía llevado un poco de soda, y con este remedio quedé libre de aque!la penosa enfermedad .. _ Sin embargo, para restablecerme completamente creí necesario mar– char para unos días á San José, donde encontré algunos

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