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220 JIIISIONES DR L9S PP. CAPUCHINOR cacique general Tucaichipagn, é inmediatamente par– tí con un capitán de amigos, y al entrar la noche, des– pués de diez horas de viaje, llegamos á Queule, donde encontré á mis queridos hermanos, solitarios , sentados al pie de una roca al aire libre. Me salieron al encuentro muy alegres, y después de aquel momento de expan– sión fraternal , tomamos una pobre cena. » Hecha después nuestra oración en común, cada uno pensó en preparar su lecho araucano extendiendo sobre la ti erra una piel de oveja bajo la bóveda del cielo, de– jando á la bondad de Dios el cuidado paternal de nues – tras vidas, mi entras tomábamos descanso de nuestras fa– tigas y padecimientos. » Al despuntar la aurora, ordené á mi cajz"tdn que fuese á ver al cacique princi pal de la tribu, y le dijese que yo tenía que comunicarle una cosa de mucha impor– tancia de parte del cacique de Imperial, y que para eso hiciese venir á todá la gente de su tribu para oír su pa– labra. » Hacia el medio día se presentaron, efec ti vamente to– dos á caballo en la p~quefia explanada, que había cerca del lugar donde nos encont rábamos. Entonces montamos á caballo para salirles al encuentro; concluidos los prolon– gados saludos de su ceremonial, les hablé del modo si– guiente: «sabed amigos que yo no he venido solamente pa– ra ver á estos Padres; sino que vengo como mensajero del gran cacique del Imperial Tucaichipagn; el cual, habien– do s;:;_bido que es taban junto á vuestras tierras es tos Pa– dres, que son mis hermanos y amigos, os manda decir que les recibáis bien, porque ellos han venido para n1es– tro provecho: y que , tanto él como todos los otros ca-

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