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:?18 lllil:!IONES DE LOS PP. CAPUCHINOS armados y guiados por seis indígenas cristianos instrui– dos por los misioneros, que los encarniriaron á la Misión de Queule, distante 25 leguas de Imperial. Aún aguardaba á los asendereados náufragos otro se– rio contratiempo. Al llegar á las márgenes del río Toltén, los indígenas, sorprendidos de ver pasar tanta gente por sus tierras sin previo aviso, atajáronles el camino, oponiéndose resuel– tamente á que avanzaran un paso, antes de convocar un consejo de caciques y deliberar sobre el caso. Mas quiso la divina Providencia que , en aquellos cabildeos, llegara el P. Constancia de Trisobio, que regresaba de Valdivia; y corno sabía perfectamente la lengua araucana, y gozaba de mucha autoridad en toda la región del Im– perial , allanó todas las dificultades, y los viajeros pu<lie– ron continuar su camino, vadeando el río Toltén, y lle– gando á Queule, donde el P. Pedro de Reggio los recibió con todo cariño, y hospedó hasta que les proporcionó nuevos caballos con los cuales pudieron llegar hasta el río Cruz, y embarcarse para Valdivia. En aquellas jornadas, nuestros misioneros c:le Imperial y Queule gastaron r 50 y r 30 pesos chilenos, respecti– vamente. El capitán Olavarieta, muy agradecido á los servicios recibidos en tan duro trance, prometió que, en cuanto estuviera en Valdivia, abonaría á los Padres aquel dine – ro, que tan necesario les era en su pobreza ... pero ... , corno dice el P. Adeodato en su Memoria ( 1) « hasta hoy ( 1889) no ha dado Olavarieta señéil_ de vida: Dios solo pagará nuestra buena obra ». (1) L'Arnucanía. Cap. II, pág. 66.

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