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EN LA ARAUCANÍA 1854-185~ 213 tuvo para mandar á las costas araucanas aquellas naves de guerra. Pero, aunque la oportuna intervención de Joachipágn impidió que se llevara á cabo el bárbc1ro intento de los indígenas, no dejaron és tos de molestar en todas formas á sus paisanos adictos ó familiares de los misioneros, como refiere el P . Adeodato haber sucedido con un po– bre indio de la Misión de Imperial en aquel mismo año (1855) . Mandólo el Padre al campo á recoger leña y pasto, an tes de que el mal ti empo lo impidiese; y cuando, lejos de las casas misionales , cumplía su mandado, una banda ele salvajes del alto Impe rial , que merodeaba por la re– gión, cayó sobre el familiar del misionero; clesnucláronlo completamente, y, amarrándolo á un árbol , iban á de– g-ollarlo, como lo hicieran sin duela, si no se lo impidiera uno de los presentes, que les puso por delante las fata– les consecuencias que aquel crimen podría traer para tocia la Araucanía. Soltáronlo, pues, pero lo maltrataro:i bárbaramente; y desnudo y maltrecho lo dejaron ir, llevándose ellos el ca rro, caballos y cuan to á mano hubieron. Todo lo cual prueba hasta la evidencia, cuánto daño hace á la causa del Evangelio to do intento de imponerlo á salvajes, tan bravos como los araucanos, con alardes de fuerza y con violencia. :\sí debiera haberl o entendido el P. Prefecto, y desen– tenderse de la protecci ón armada, que tan malos resulta– dos le había ciado, si no anduviera por aquel mismo tiempo distanciado ele la « Sociedad Evangélica,, y em– peñado en hacer valer para sm apostólicos intentos la autoridad que le ciaba el Gobierno.

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