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208 l\Jl~JONES DE LOS PP. CAPUCHINOS char mandados por el Apo Roma Patint (gran Padre de Roma) á donde él quiera enviarnos, para salvar la gente mapurite» . » El gran cacique, al oír estas palabras, se yergue, y con tono imponente pregunta: « ¿Cómo es esto? ¿Los Padres pueden vivir sin mujeres? ¿Qnién les prepara la comida? ¿Quién teje sus ropas? ¿Quién tiene cuidado de ellos cuando se enferman?• » Nosotros, respondió el P . Constancia, tenemos servi– dores que nos· hacen todos estos oficios, y si no hubiese quien nos -quisiera servir, nosotros haríamos todas esas cosas sirviéndonos mutuamente. Hemos abandonado nuestra patria, nuestros bienes, nuestros padres, herma– nos y amigos, por venir á haceros conocer á Dios y ser felices para siempre. » » A estas palabras, dichas con aquella gracia peculiar del P. Constancia, el gran cacique araucano quedó lleno de asombro; no sabía qué decir, y le parecía estar en la presencia ele hombres bajados del cielo , como después contó á sus amigos. > Finalmente, saliendo de su estupor dijo: « Si es así, mandaré á dos de mis hijos á la escuela con el fin de que se instruyan y les hagáis cristianos; y conseguiré de mis parientes que hagan otro tanto. » » Mi compañero le dijo con cariño, que también él po– día llegar á ser hijo ele Dios y ser feliz para siempre ; pero el araucano se hizo el sordo, porque no se sentía con ánimo para dejar las seis mujeres con las cuales es– taba casado á su modo. Porque entre los araucanos el tener un..1 sola mujer es tenido por señal ele pobreza, qu e
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