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EN LA ARAUCANÍA 1854-1859 205 la de nuestra familia y discípulos, y de la buena marcha de nuestras cosas. > Le convidamos á que descendiese del caballo, lo mis– mo que toda su ge11te; nos dimos un abrazo y apretón de manos, y le convidamos á que entrase con toda su fa. mili a al salón de recibo, permaneciendo los demás afuera, asomados á las ven tanas , que, como estaban bajas, per– mitían ver y oír t0do lo que se hacía y decía dentro del salón. ~El gran cacique, cuando se vió sentado en el banco de la presidencia, el más distinguido de todos, y rodea– do de todas sus mujeres, hijos é hijas, con gravedad y tono magistral, y teniendo en su mano el bastón de man– do , con su empuñadura de.plata, comenzó á hablar en es– tos términos: « Yo he venido á verá esta Misión, no por en– tretenimiento, sino para estar seguro de vosotros, después de haberme informado de todo, y poder responder á los otros caciques, que viven mucho más kjos, porque ellos sospechan que los Patin't (misioneros) son agentes del Go– bierno, que han hecho estas grandes casas para dar alo– jamiento á los soldados espaiioles, que vendrán á invadir nuestras tierras ». ,El P. Constancia, con aquella calma que le era pecu– liar, le respondió, que siendo nosotros misioneros italia– nos mandados por el Papa, no teníamos ningún interés en que vini-::sen los espaítoles á tomar posesión de sus tierras: y para que creyese en nuestra palabra, de que solo habíamos venido para hacer el bien á los indígenas, le invitó á que viese, con toda su comitiva, los edificios de la Misión, y conociese el fin para el cual estaban des– tinados. , El cacique aceptó la invitación, y el P . Constancia le
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