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20-! i\IISIONES DI~ LOS PP. CAPUCHINOS del cacique y hacer amistad con él; y que estábamos pronto á recibirlo con honor en cualquier día que quisie– ra venir. » Comenzamos entre tanto á preparar las cosas necesa– rias para recibirlo con todos los honores posibles , pues sabíamos cuanto gustaban los grandes caciques de ser recibidos con toda cortesía. »A los ocho días vino un segundo correo á avisarnos que el cacique vendría después de tres días; al cabo de los cuales, mandó otro mensajero á decirnos que ya se había puesto en marcha con toda su comitiva, y que d~ allí á poco llegaría. » Entonces adornamos la sala de recibo con todo lujo araztca1lo; es decir, cubrimos algunos bancos con pieles ele ovejas, y otros con tapetes de varios colores, tejidos por las mujeres indígenas, mientras en la cocina se preparaba la comida desde el día anterior. » En estas tareas nos sorprendió un moretón, haci éndo– nos saber que su gran cacique estaba para llegar. » Nos reunimos todos en la plazuela de la casa; prepa– ramos en dos filas los alumnos de la escuela, y nosotros nos colocamos en medio con nuestro intérprete, y luego le vimos llegar con toda su comitiva, compuesta de los hombres y mujeres de su familia, que sumaban más de treinta personas, y un gran número de súbditos : vién – dose en medio de nosotros, hizo los saludos de costum– bre , permaneciendo todos á caballo. » Comenzó este saludo con voz baja, levantándola poco á poco hasta llegar á una entonada exclamación , para después comenzar otra vez en voz baja y acabar como antes y continuar así hasta cansar sus pulmones . Toda su retórica se reducía á informarse de nuestra salud, de
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