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EN LA A ltA U CANÍA 1854-1859 203 de muerte; pero en cuanto veían que éste era inminente, se preocupaban únicamente del alma, induciendo suave– mente á los infieles á hacerse cristianos y aprovechar, siquiera en aquella hora, la gracia del Bautismo, que no apreciaban en salud; así lograron convertir á muchos, y salvar muchas almas. Tuvieron también la honda pena de ver algunos obs– tinados, que se negaban á hacerse cristianos, junto al lecho de un hermano suyo ó pariente, á qtfren veían abrazar la Fe y morir en la paz más envidiable. Pero no perd ían ocasión alguna de sal var las almas de los niños atacados del mal ; todos los niños infieles que murieron durante la epidemia fueron antes bautiza– dos; y los misioneros bendecían á D ios que sabe sacar tan g randes bienes de los males de esta vida. Cuando cesó la terrible plaga, los padres fueron más queridos y respe tados; y en prueba del cariño y re-,peto que se les tenía re ferir émos , con las palabras mismas del P. Adeodato de Bolonia, un caso notable acaecido poco tiempo después. II. Donosa ocurrencia de un g'l'itn cacique « Apenas pasada la pl aga· terri ble que tal mortandad había causado, cuando en Abril de I 856, el g ran caci – que del alto Cautín, mandó á su hij o mayor á manifes– tarnos el deseo que tenía de vis itarnos y conocer la Mi – sión, á fin de saber qué importancia se podía d;:ir á la opinión de algunos indígenas, que decían que nuestros edificios no eran para la :Misión, sino para los soldados del Gobierno que invadirían luego sus ti erras . » Le respondimos que agradeceríamos mucho la visita

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