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202 ?tlISIO"N'Ei3 DE LOS PP. CA.PUCHlNOS da en aquellos corazones bárbaros, que bien pronto vi– mos los buenos efectos; porque pocos días después mu– chos parientes del difunto vinieron espontáneamente á suplicarnos que recibiésemos en la escuela á sus hijos, para que fuesen instruídos y bautizados por nosotros. De manera que si perdimos un amigo en la tierra , adqui– rimos un protector en el cielo, donde ciertamente inter– cede por nosotros, por su familia y por su nación» ... Cuando nuestros fervorosos hermanos saboreaban aun el purísimo placer de aquella conversión tan importante , y recogían el fruto de tan sugestivo ejemplo, Dios Nues– tro Señor quiso probar su fe y su constancia con una contrariedad, que, sin afectarles personalmente, les dió no obstante ocasión de grande merecimiento, y de hacer un gran bien á las almas que buscaban. Fué esta contrariedad una mortal enfermedad ó epide– mia llamada, entre los naturales con el nombre de Te- 11esmo, disentería aguda, especie de cólera, que hacía enormes estragos entre los pobres indios, desprovistos de toda medida de higiene preventiva, y que no conta– ban con medicinas científicamente probadas para un mal, que hacía tantas víctimas cuantas invasiones. Encontrándose los misioneros tan lejos de todo re– curso humano con qué atacar la peste, no tuvieron más remedio que hacer de mérlicos del cuerpo con medicinas caseras, y con las drogas más usuales, que nunca faltan en las casas de Misión: se declararon 1/fácltis, y con es te título lograban introducirse en las rucas infectadas por el terrible azote, sin permiso del patrón.- cosa que en otras circunstancias les costára quizá la vida; veían los enfermos hácinados sobre sus pieles pobrecitas, y sobre paj a; ayudábanlos como podían para conjurar el peligro

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