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EN l,A AlUUCANÍA 1854- 1859 20l tial convite, adornada de la vestidura nupcial; la familia prorrumpió al momento, en copioso y fuerte llanto. » Vuelto el P. Constancia á la Misión comenzó á pre– parar las cosas necesarias para cantarle una Misa de Requieni al día siguiente, y yo preparé un féretro espe– cial para hacerlo llevar á la iglesia, l\fas los parientes se nos oponían tenazmente, queriendo sepultarlo, según sus ritos supersticiosos, con todos los honores que suele n hacer á los grandes de su nación. "Tuvimos que hacer valer nuestra autoridad, y aducir razones, consejos y súplicas, para hacerles comprender q_ue nosotros le haríamos todos los honores que se ha– cen á los cristianos nobles, y que eran de mayor preci o los que nosotros le haríamos que los que le hiciesen ellos. »Al fin consintieron. Hicimos colocar el féretro en medio de la iglesia, cantarnos !a Misa de Reqztz'em, le hicimos las exequias según el Ritual, y después fué ll e– vado á nuestro cementerio con el acompañamiento de los alumnos de la escuela ordenados en dos filas . "Toda la numerosa parentela del difunto le seguía, llevando cada uno algunas cosas i)ara depositarlas en la tumba : unos llevaban harina, otros carne; éste licor, aquél otras viandas, para que, según sus creencias erró– neas, sirviese para el largo viaj e del cacique; mas no se lo permitimos; pero no pudimos impeJir que hiciesen sus acostumbrados círculos, corriendo con sus caballos alre– dedor del cementerio, con gritos descompasados, y to– cando las flautas para hacer huir á los malos espíritus, como ellos decían. , La santa muerte de aquel venerable viejo, y todo cuanto hicimos por él produjo una impresión tan profun-
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