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EN LA ARAUüANÍA 1851-1859 197 fueron la expresión sincerísima y constante de una vida sacrificada hasta el fin por sus queridos indígenas. Oigámosle ahora relatar emocionado uno de esos triunfos de la divina gracia en las almas, que son el único galardón á que aspiraba en la tierra su corazón de após– tol: se trata de la conversión de un gran cacique arau– cano. (r ) ,,Una tarde de Septiembre de 1855, mientras me en– tretenía en familiar conversación con el P. Constancia , oímos un rumor subterráneo, semejante al que suel e preceder á los terremotos; mas luego reparamos que di – cho rumor, era producido por el galopar de una gran ca– balgata de indígenas, que vin o á detenerse delante de nuestra casa, pidiendo á gritos que los Padres saliesen afuera. » Nos asomamos á la ventana con algún temor; y uno ele aquellos hombres rogó al P. Constancia, que fues e al momento á ver á su amigo Paignanc0, que se encon– traba gravemente enfermo, y deseaba hablarle. ,> El P. Constancia se unió al momento á aquella turba , y después de una hora de precipitado galopar llegaron á la choza ó ruca del enfermo, qu e estaba llena de gente ele toda edad. » Era aquella la numerosa familia de aquel viejo caci– que, el cual contaba ya más de cien afíos de edad, y había tenido la felicidad dP. abrazar contra su pecho á los hij os de la cuarta generación. » Había sido hombre de grande autoridad y poder en su tribu; y lo que es más, le había caído en suerte una alma buena é inteligente: por eso desd e que llegaron los (1) af emorie inerlite, cap. III, art. III, p:íg. í5:-,fi.
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