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EN CHILE Y ARGENTlNA ' nombrándolo desde luego gobernador del terreno que conquistara. Almagro partió del Cuzco para su expedi– cion el 3 ele Julio de I 535, acompañado ele seiscientos espai'íoles y algunos miles ele indios peruanos, quienes al pasar la cordillera de los Andes fueron casi aniquilados el frío. El yaleroso capitán consiguió no obstante la cordillera y con la gente que le quedaba acome– tió su empresa. que no fué muy difícil, durante su paso el país que clominaban los Incas: vadeó luego el río Cachapoal inYadienclo el terreno de los terribles Pro– maucaes. Estos aturdidos á la primera impresión por el aparato bélico los españoles, bien pronto reaccio– naron y se opusieron denodadamente á sus agresores, sin acobardarse por su primera derrota, y dispuestos á morir antes que dejarse dominar. Ante aquella heroica resistencia Almagro regresó al Cuzco para volver con nue,·os refuerzos; pero su trágica muerte a manos de su terrible ri,-a1, puso en escena á otrn \-aliente, que había de inmortalizar su nombre con la conquista proyectada: era este el hidalgo extremeño Don Pedro de Valclivia, el cual con solo 12 5 españoles acometió la empresa y se internó en Chile al paso que recíbia algunos refuerzos en el camino; logró con su va– lor y constancia llegar á orillas del l\1apocho donde acam– pó como vencedor, y á poco de haber sujetado con las armas las valerosas tribus del país, delineó la ciudad de Santiago en 12 ele Febrero de 1541, fundando la prime– ra ciudad que había de ser el centro de sus expedicio– nes, el asiento del gobierno colonial y más tarde la capi– tal ele una nación soberana. Son memorables las palabras con que el Libro del Ca– bildo de Santiago dá cuenta del hecho: « á doce días,

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