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EN LA ARAUCANíA 1854--1 859 195 )) A los dos meses había ya veintiocho alumnos, todos hijos de infieles, menos tres que eran hijos de Paiglialef, cristiano indígena, los cuales me sirvieron mucho, porque: sabiendo bien la lengua castellana, me ayudaba á ense– ñar á los demás : de entre los hijos de infieles había cin– co que eran hijos de caciques respetables y poderosos. » La enseñanza se limitaba ·al catecismo, á leer y escri– bir y también aritmé tica, ejercitándolos en la traducción de su idioma al castellano y vice-versa, para que así fue– sen buenos intérpretes. »La experiencia me enseiiaba palpablemente que los nifios araucanos, en general, son dóciles, aunque pere– zosos. » Los hijos de los caciques son además orgullosos, se– gún el rango que ocupan en su tribu, y desprecian á los que no son de sangre noble como ellos: lo que me con– ciliaba su afecto era el tratarles con todas las considera– ciones posibles . En el momento en que se les trata con algún rigor, aunque lo merezcan , se marchan y aban– donan las escuelas. »Es grande el mal que de tratarlos con aspereza se sigue, porque los araucanos son sumamen te vengativos, y sobre todo , enojados contra el misi onero, no descan– sarían hasta arruinar nuestra Misión. » En los pueblos civilizados los padres tienen cuidado de la educación é instrucción de sus hijos, y se alegran de encontrar maestros que se encarguen de ello , remu– nerándoles como pueden: mas entre los araucanos su– cede todo lo contrario, ti enen disgusto por todo lo que· ti ende á civilizarlos: viviendo en plena libe rtad é indife– rencia salvaje, se creen los seres más felices del mundo , y miran como un grandísimo mal el perder tal libertad
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