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]!JÜ JIJISION~:s DE LOS l'l'. CAPUCHINOS contra la Sociedad Evangélica, negándose i'.I, recibir los subsidios por ella reglamentados, Su poderoso genio, que sabía inspirarle iniciativas pro– pias en la empresa cuya responsabilidad tenía ante la Santa Sede, no podía avenirse con aquellas trabas , mucho menos desde el momento que pudo creerlas ins– piradas en sistemáticas prevenciones. Al mismo tiempo, coincidiendo con tan violento estado de ánimo del P. Pre– fecto, el Supremo Gobierno comenzó á retirar su con– fianza á la misma Sociedad; sin causa justificada prohibió su actuación directa en las Misiones por él subvenciona– das; era el regalismo que no soportaba fácilmente la preponderancia de la acción de: la Iglesia en un nego– cio que el Estado había oficialmente iniciado. Y p3.ra que nada faltára al enemigo con qué entorpecer los avances del Evangelio entre los pobres infieles, aún se cruzó en el camino otra pasión, la amb ición m3.nifiesta del Presbítero don Luis Chiasí e:.\:claustrado franciscano de nacionalidad italiana, el cual, siendo secretario de la Sociedad Evangélica, y estando al corriente ele cuanto se trataba, renunció su cargo pretendiendo hacerse nombrar Delev.ado G eneral ele las j1isiones. preten– sión apoyada inconsideradamente por el P. Prefecto Ca– puchino, halagado quizá por la idea de que aquel su amigo le haría justicia y rehabilitaría á sus queridos súb · ditos humillados por la opinión poco fa,·orable á su competencia. No se percató el buen Padre que el asunto se com– plicaba lastimosamente: ele que favorecía los planes de un Gobierno insidioso en sus relaciones con la Iglesia: de que era ir1consecuente á todas luces rechazar la protec– ción del ilustre Metropolitano y ampararse en la <lepen-
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