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J;A. SOC!EflAD EVA.l\'.;ÉLIC,\ 185--b-1859 18f.> nos dejaría un vacío difícil de llenar; y aún afiadía que sobre las causas de las mayores dificultades con que tro– pezaban ahora los mejores esfuerzo;>, había que añadir el casi total abandono de dichas lVIisiones por espacio de 25 años. Fácil es colegir el efecto fortificante que en todos produj eron las palabras de aliento del Vble . l\1etropoli– tano: la Sociedad se aprontó para seguir ayudando éÍ los misionero s; pero lo que no pndo evitar la consumada prudencia del Señor Valdivieso fué el juicio que mereció á la prensa el criterio del Sefí or O rrego, pues en efec to , se produjeron agrias discusiones sostenidas por los ami~·os y admiradores de los misioneros, á quienes ju zgaron lasti – ma dos en su dignidad; lo cual indicaba que había sus– ceptibilidades lastimadas, que ne tardarían en reaccionar. En esta é¡ ,oca consiguió el mi smo Señor \-ai divieso de la Santa Sede amplia facultad para invertir el producto de las Bulas de la Santa Cruzada, en favor de las misio– nes entre fieles é in fieles ; lo cual vino á aliviar grande– mente los desembolsos de la Sociedad Evangélica. l\ ,r los mismos fines también . en las mismas circuns– tancias, y en vir tud de las mi smas diticultacles origina– das en la admin is traci ón de limosnas , pensóse se riamente en nombrar un Delegado general de las :.\lisiones que se entendiera directamente con los Prefec tos Apostólicos; y para este cargo fu é designado el Prebendado don Jas e Ramón Saavedra, rector del Seminario de Concepción, siendo con este objeto propuesto a l Gobierno y á la Santa Sede ; pero por entonces quedó solo en proy ec– to, por entorpecimientos con el Gobierno, hasta que cuatro años después fué definitivamente nombrado el Iltmo. Sr, Obispo de Concepción corno autoridad más

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