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180 l\JJSIONER DE LOS PP . C.H'OCHINOS ducía tales apóstoles; éste fué el gr~m taumaturgo de Padua San Antonio. Pero, puesto caso que estos hechos antiguos fueran desconocidos al docto informante, hubiera sido muy opo r– tuno recordar lo que hicieron los Franciscanos en la mis- 111a Araucanía , desde que el conquistador \'alclivia asen– tó sus reales entre los bravos araucanos, siendo los Franciscanos y Jesuítas los gloriosos apóstoles de aque– lla heroica raza, sin que fuera óbic~ insuperable la dife– ri:ncia de los Institutos , ni de medios, ni de otras cosas, que tanto prueban en el criterio del informante. No es este el lugar de desmentir con d<:'talles comple– tos la antedicha afirmación , ni lo creemos oportuno, por no alargar un asunto que podrá parecer inútil digresión. Pero no podemos resistir al deseo de recordar aquí algo siquiera de lo que los capuchinos italianos y españo– les han hecho y hacen en la América meridional, sobre todo desde la época misma en que el señor Orrego tan desfavorablemen te los juzgaba. De lo antiguo bastará citar como ejemplo la gran misión del Orinoco en la Guayana de Venezuela, fundada en el siglo XVII por el venerable Francisco de Pamplona, her– mano lego capuchino, oriundo de la nobleza de Navarra, y que organizada sucesivamente por los misio:,eros en lo espiritual y temporal, puede compararse sin descrédito con la civilización del Paraguay. . Todo venezolano conocedor de la historia de su país dá testimonio de aquella campafi.a apostólica, sostenida gloriosamen te hasta el afio I 8I3 1 fecha nefasta para los religiosos españoles , que fueron bárbaramente expulsa– dos y en parte criminalmente fusilados por las tropas de Bolívar, en odio á Espafi.a . Nada digamos de los misio-

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