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T.A. SOCIEDAD EVANGJ:,1,JCA 1854-1859 177 temas exclusivistas, en contradicción con sus observacio– nes de todos los días ; en una palabra, no hacer terciar t:ntre su ministerio y las leyes canónicas y civiles, acuer· d.Js técnicos de la autoridad de una Junta muy católica y muy sensata, pero incompetente ante la jurisdicción y a tribucio nes del Prefecto Apostólico, so pena de no favo– r,: cerle con sus caritativos recursos . Y. Extraiia afirmación Llel se,-tor infornrnnte Pero sobre todas es tas consideraciones llama podero– samente la atención que un sacerdote tan ilustrado y be– nemérito como el señor Dr. don Manuel Orrego, eleva– do algll nos a11os después á léi Sede episcopal de la Serena, a poyára su razonamiento en la afirmación , históricamente falsa. de que los hij os de San Francisco no tenían voca– ci ón de misioneros. porque el Santo Fundador no había tenido tal i11tento: subrayamos poco antes las palabras t1::x tual es, por las cuales se ve que el señor Orrego no había leído el capítulo XII de la Regla de los Frailes Me– no res, donde se trata - De los que quz·ere¡¿ ir entre los sa– rnlt'l'Jl os ) ' otros h~fieles ,, : ni recordaba que , según cuen tan tocios los biógrafos del Santo, él mismo acome– tió la árclua empresa ele reducir á la F e católica á los ·,ectarios del Corán. Efectivamente; cuando el gran Patriarca vió en el Ci– ¡"i z't1tlo de las Esteras ( 1 2 r 2 ), donde por vez primera reu– ni ó á todos sus hijos, el gran incremento que había to· macla su obra apenas comenzada, su primer cuidado fué lanzarlos por el mundo á convertir herejes é infieles, con }_)alabra apostólica y ardiente. H . MISIONE!:! 12

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