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J , ~ socrnDAD EVANGÉLICA 1854-1869 175 esto, nada extraño era que, como decía la información) los prefectos capuchinos y observantes no estuviesen de acuerdo en sus trabajos, lo cual á su juicio era otra de lcts causas de la paralización del Santo Evangelio. Después de tan poderosas razones con las que se lo explicaba todo el señor Orrego, quiso aún añadir (como disculpa sin duda de la inutilidad de los Padres) que el mal ejemplo de los malos cristianos, el alcoholismo y la falta de protección decidida de la autoridad chil_ena tenía su parte en el mal estado de las misiones; pero s ".)bre todo que era defectuoso el método seguido por los Padres capuchinos en sus avances y en la radicación de las estaciones de iVIisión; lo cual si bien se considera ya es– taba dicho ele sobra en aquello de que los kfjos de San Francisco 110 tenían vocación de misioneros entre z"?,jie!es.– pero era preciso especificarlo para evidenciar más el úni– co remedio que á juicio del respetable sacerdote había, e -. decir 1 cambiar el personal; traer, Jesuítas, (1) cuya bri– llante historia apostólica en Arauco era la mejor garan – tía de acierto; tanto que, á su juicio, la Sociedad podría descansar tranquila en la pericia de tales operarios, y de- trae este pasaje de la Información con distintas palabras, aunque el concepto es idéntico. Se lee así en el Lib. L. Cap. III, pág. 5G. «Me parece que los capuchinos no son los llamados a efectuar la civilización de los indígenas...... por faltarles un buen sistemn., y aquella esmerada preparación qne se requiere.... circunstancia;, que no sería justo exigir en religiosos cuyo 'instituto no tiene por r,/,. jeto la conversión ele los infieles» . (l ) "Y ya que no era posible traer J esuíta s, el señor Orrego pro– ponía traer misioneros de los que en Europa se dedican á la con– versión de los ealvajes en tofas las latitude:::." (Juan R. Ramín·z. Lib. I, Cap. III, pág. 58. Ob. citada).

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