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LA SOCIEDAD RVANG1'.: 1,IGá. ]854-18i)~I 173 de remediar, y que las iniciativas de los misioneros ha– bían de resen tirse de las trabas de un criterio extrafio á la vida práctica y ele continua comunicaci ón con los in– cligenas, que su ministerio les imponía. Sintióse pues muy luego la necesidad de una in– formació n desinteresada é inspirada en el mismo terreno de 1a eyangelización; y la Junta, de acuerdo unánime, de– legó tan delicado encargo en uno ele sus miembros el Pbro. selior don l\lanuel Orrego, el cual con laudable actividad recorrió la Araucanía en los meses de Er;ero y Febrero de 1S5_¡. . .-\cer tada fué indudablemente la medida acordad a ; pero sin que se puedan precisar los antecedentes perso– nales ú ocas ionales del fracaso, es lo cierto que de la in– formacrón del sei'íor Orrego se originó el más 1Jrofundo desacuerdo entre la Sociedad E,·angél ica y los misione– ros Capuchinos, has ta el punto de ha 1 Jer sido esté riles, durante algunos afiosi las rectas intenciones de los bue– nos católicos que la componían. en fayor de la incesan te labor de los Padres en el lugar de su ministerio . IY. Unidosa iJ, rorm::,ción En efecto. los informes presentados por el sei'íor Orre– g-o á la consideración de la Sociedad Evangélica fueron ele un pesímismo desconsolador: todo le pareció ma l: se– gún él, la mayor parte de las Misiones regentadas por los Padres se componían en su totalidad ele cristianos; era por lo tanto necesario hacerlas parroquias, y que los misioneros fundaran otras nuevas estaciones en tre in– ñeles; las tentativas que en es te sentido se habían hecho 110 habían dado más resultado que dos nu e,·as l\1is iones,

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