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LA SOCIEDAD EVANG.ÉT.TCA 1854-185!) 167 ia inmoralidad se decretan, este escrito es indispensable, ;1ecesario, un sagrado deber para mí. No es tanto mi de– fensa como la de la Iglesia y la de la familia católica la q ue emprendo esta vez. ,, Lastimados en nuestros más caros intereses, no se nos p uede negar el derecho de protestar siquiera contra las g randes iniquidades .... . . » Pero es tarde se me dirá... ¡¡cómo!! éhechos consu- mados, contra la verdad y la justicia? ... . .. dejadme hablar y después contestadme si podeis. Tengo el derecho y la verdad y esto me basta: aquí está mi fuerza. No invo- co privilegio ni autoridad . . .. .. me acojo al derecho co- mún . ... .. >> Nada había en efecto que temer: estaba en la brecha y sobre las armas el valiente Obispo y toda conciencia ñaba de su valor y de su proverbial destreza. En otro folleto se anticipó al fallo de la Santa Sede contra el juramento constitucional; y condenando enérgica– mente las demasías del poder laico, lanzó al rostro del Diputado Santa María estas palabras . « Nunca en mi in– d igencia he mendigado favores del poder; soy hijo del pueblo y no tengo dotes para ser palaciego: nó por mi voluntad ni por influjo de nadie gravita sobre mis hom- bros esta abrumadora carga del Episcopado . . . .. . Si la carga es pesada, me decfs , dejadla; y yo os respondo claro, muy alto y una vez por todas y para siempre; mientras vosotros los radicales y regalistas me lo digais, e n cualquier tono que sea, no lo haré jamás. Sí: jamás d ejaré el puesto que ocupo en la Iglesia de Dios por complacer vuestros deseos: me tendreis siempre de pie o en la brecha, combatiendo vuestras disolventes ideas y teorías , y oponiéndome á la tiranía de vuestras máxi-

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