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124 1111::iIONES DE LOS PP. CAPUCRHWS > Un convento situado á inmensa distancia de los S u– periores, no podrá conservarse en la observancia regu– lar capuchina, y vendrá bien pronto á desacreditarse ante la opinión pública. » Dad una mirada á las casas religiosas de esa región y os convenc ereis por vos mismo de esta verdad innegable. >> Estamos firmemente resueltos á mantener nuestras misiones y á verlas siempre florecientes, y por lo mismo. estamos dispuestos á mandar los doce Padres misione– ros que pedís para la Misión ; pero no veo cómo el señor Arzobispo ni el Supremo Gobierno cumplen por el mo– mento con todas las formalidades convenidas para pe– dirlos á la Sagrada Congregación -, . Del tono enérgico con que concluye la carta pod rá deducirse la oposición que encontró en Roma, el intento de torcer, siquiera por un momento, la verdadera tinali– dad de la venida de los Capuchinos á Chile y las ba ses convenidas para su fácil expedición y sostenimiento. III. Yiajc 1lel P. Prel'ecto á Roma La citada carta fechada en Roma el 7 de Abril de I 85 2, llegó á Chile cuando el P. Prefecto, presintiendo quizá su contenido había tornado la resolución de trasla– darse á Roma y negociar personalmente el asunto. Obtenida la ·autorización del señor Arzobispo y del Gob,ierno para la fundación, inició luego los preparativos para su obra, haciendo imprimir listas de subscripciones para recoJectar limosnas, que fueron muy pronto enca– bezadas por el mismo señor Valclivieso y por los princi– pales c_aballeros católicos de Santiago; encargó de todas las erogaciones á don Manuel Ocón en calidad de Pa-

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