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EN LA ARAUCANÍA 1848-1859 . 119 José; y fué para ellos gran dicha haberse acogido al am– paro del P. misionero quien lleno de caridad los albergó d urante un año, instruyéndolos y alimentándolos; final– mente bautizados los niños y casadas algunas mujeres. fue ron remitidos á sus tierras, donde resucitaron su ex– ti nguida familia. T ampoco qnedó sin digno castigo este atroz delito y malvada frustración de la gracia de Dios; poco tiempo después, el hermano de Marinao, su hijo, cómplices y ejecutores del crímen fueron horriblemente destrozados por los salvajes de la Patagonia. No eran , sin embargo, ellos los principales instigado– res de aquellos sucesos, ni aún el mismo Aburto, según lo supieron poco después los PP. misioneros : toda la r esponsabilidad pesaba sobre gente civilizada, sobre malos cristianos, empleados del mismo Gobierno en el servicio de los misioneros, y convenidos con Aburto, á quien se señaló una pensión, presentándolo como un buen auxiliar de la autoridad chilená. A su amparo podían abusar impunemente de los pobres indios: y como los PP. misioneros, con su presencia y desin terés , estorbaban tan inicua explotación, eran mo– lestados, y veían frustrados, sus nobles intentos, siempre fecundos cuando se les ha dejado en libertad de acción, corno veremos en los capítulos siguientes. ·~· , . ..;., L •. í ' '

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