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114 . llllSIONEfl DE LOS PP. CAPUCHINOS cia de la misión de paz que el Padre iriiciaba entre sus queridos araucanos. (1) Sea lo que fuere de la probidad política del candida to · de oposición, y á pesar de haber sido proclamado con entusiasmo por los conservadores disidentes, y aceptado unánimemente por los pipiolos y modernos liberales re– formadores, fué derrotado en la elección presidencial para el nuevo decenio, y proclamado el sefior ::\Iontt, Presidente electo. Desde este momento pudieron ya verse en el hori– zonte político señales precursoras de una revolución ar– mada, tanto más facil de prever, cuanto que el candidato derrotado era un general prestigioso que comandaba las fuerzas militares del Sur, muy lejos de la capital, y por lo mismo, en circunstancias de poder burlar la previ– sión del Gobierno. Así realmente sucedió, con el pre– texto del desgraciado naufragio del « Joven Daniel» acae– cido en las costas de Arauco, según nos refiere el Padre Angel de Lonigo. Por confesión de todos los historiadores de Chile, aún de los más hostiles al orden de ideas y de cosas enton– ces imperantes, el pretendido asesinato de la tripulación, y la barbarie de los indios invocada por Cruz para reu– nir un fuerte ejército en las riberas del Bío-Bío, fué una falsa suposi_ción por lo menos; pero, según lo demostraron (1) Véase el juicio de Barros Arana sobre el general Cruz en « Uri decenio de la Historia ele Chile, c. VII, K,o 12, pág. 537 ».– y compárese con las paradógicas afirmaciones del mismo Barros Arana, respecto ele las misiones entre i udios, en la misma obra c. IV, :N". 0 12, pág. 413. Más adelante tendremos ocasión ele rebatir con hechos y números el apasionado criterio del discutido histo– riador é indiscutible mentor de los sectarios chilenos.
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