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109 cpnsistía en haba~ frescas, guisantes, huevos, pescados, .y, algunas veces gallinas ó algún corderillo. : »Creí aprovecharme de todos aquellos favores para mi ventaja, induciéndolos á que cumpliesen la promesa que me habían hecho de fabricar la iglesia y casa para los misioneros, y la escuela para niños, sobre los cuales se fundaban todas mis esperanzas de borrar el paganismo de aquella tierra y establecer la Fe católica; mas solo conseguía palabras. , El mismo estado casi continuo de embriaguez: la ocio– sidad en que •,,ivían, el temor de la infamia á que se ha– ce acreedor aquel que trabaja para otro, según su modo de pensar, eran obstáculos para salir con mi intento. » En vano traté de desengañarlos dejándome ver con mis compañeros, ora abriendo los cimientos de los dichos edificios, ora cortando árboles y trayéndolos del bosque al lugar destinado : ellos permanecían ociosos, y solamen– te me prestaban bueyes para traspurtar los materiales ; mas, sin desmontarse del caballo, me enseñaban á guiar– los, y después se alejaban avergonzándose de aquella acción . , No pudiendo resistir más aquella fatiga desacostum– brada, pensé darles una sorpresa haciendo venir oculta– mente algunos carpinteros chilenos, aunque esto era contra lo pactado. , Los mandé buscar de doscientas millas de distancia, esto t:!S, de Valdivia y Osorno; y después de ocho días volví al Imperial con seis carpinteros, uno de los cuales traía su mujer é hijos. , Según el pacto de no introducir españoles en aquella tierra, los indígenas podían lamentarse y echarme fuera. Por eso les previne yo y les dije, que habiendo ellos

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