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EN LA ARAUCANÍA 1848-1859 91 quien va á dar un tajo, al mismo tiempo que de la faltri– quera saca un sapo, asepirando que en él está el espí– ritu maligno causador del mal: esta es la sefial de una algazara terribJe de gritos salvajes, que resuenan por toda la ntm; sale de ella la JHáchi, sacrifica dos corderi– tos, cuya sangre recibe en una escudilla y rocia luego con ella el aire en dirección al volcán de Villarrica. Terminarla esta solemne ceremonia tocios se entregan á una buena comilona y danza hasta hartarse y rendirse. Pero si á pesar de tan ejicir.: tratarniento, sucumbe el enfermo á la fuerza del mal, luego se llama á la adivina para que abra el vientre del cadáver y escudriñe en las vísceras el lugar y causa del mal , y diga quién fué el causante. Examina atentamente tocio el interior, con ce– remonias y visaj es muy orig·inales, y al punto pronuncia sibilíticarnentc el nombre del culpable, que siempre es algún enemigo del difunto ó de su familia, la cual por esta sola afirmación se cré'e con derecho á la venganza. De esta bárbara supers tición son fatal consecuencia los frecuentes homicidios que se cometen en las tribus in fieles . No comprenden la muerte, dicen los Padres Adeoclato de Bolonia y Constancia de Trisobio, sino por vejez, por envenenamiento ó en guerra; por eso se entregan á estas supersticiones di'.l.bólicas, cuando acontece el falleci– miento de algún hombre ó mujer joven, y suelen á veces tomarse la venganza con gran aparato y solemnidad, á la cual más de una vez han invitado al misionero para que presenciara castigos á fuego lento y se convenciera de que ellos tam.bz '/n tzc11e11 su j11stz"úa . Pero voh·amos al muerto, y veamos su sepultura. Acabado el examen pericia! de las entrañas, prorrum-

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