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80 en sentido lateral para no pisársela y tener más libres y expeditos los pies. Cuando quiere dar principio al baile, pues a ella le corres– ponde la iniciativa, da una vuelta en redondo, girando sobre sus talones, y empieza a perseguir al indio, repiqueteando con sus pies en el suelo con tal ligereza, que más bien parece volar que caminar, y con maestría tan admirable, que apenas se oye el roce de sus pies con el suelo; y en cambio, déjase percibir el acompasado so– nido que producen las sartas de corales y v idrios . El indio camina Familia S uajira junto a !iU ra.ncho de espaldas con brincos y contorsiones, no siéndole permitido hacer zigzag, sino que tiene que seguir la curva que forma ruedo, sin dejar en todo momento de mirar los pies de la india para evitar que ésta le pise o le dé una zancadilla, pues en esto consiste el baile: en dar vueltas y vueltas, huyendo él y persiguiéndole ella. Si la india logra hacer caer al indio, queda triunfante en el círculo, y el indio queda avergonzado por su derrota, y más aún por la rechifla que le hacen los demás indios. El derrotado abandona su puesto a otro. Si la india se siente cansada, da otra vuelta sobre sus pies y se retira, sin que a ésta se le haga mofa, aunque no haya derribado a su contricante. Queda entonces el indio esperando salga otra u otras, sucesivamente, hasta que no quede quién se atreva a dispu– tarle el triunfo, y en este caso cede su puesto a otro. De esta ma– nera, con sus alternativas de triunfos y derrotas, permanecen días y noches, con preferencia las noches, bailando al monótono són del tambor .
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