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76 el efecto, una cámara obscura con mantas y sacos. El enfermo y el piache se encierran los dos, y con una calabacita llena de piedre– citas, a manera de sonajero, que se llama maraka, con este instru– mento, que el piache tiene en su mano derecha, hace ruido, y entre tanto pronuncia frases guajiras en tono triste y lúgubre, y exhala de vez en cuando un sordo y prolongado grito. Así se pasa los días y las noches junto al enfermo, haciendo ruido con el sonajero o ma– raka, chupando, a modo de ventosas, las partes doloridas del enfermo, y salpicando al mismo tiempo el cuerpo con saliva impreg- F a milia de ind ios g uajiros c h 1 iliz ad o s nada de cierta planta, que continuamente está masticando mientras dura esta operación. Con el mismo sonsonete pide el piache todo cuanto se le antoja: caballos, vacas, cabras, mantas, pañuelos, especificando si han de ser de color. Cuanto pide el piache se busca inmediata– mente, y todo se coloca alrededor del rancho; y si el enfermo sana, todo se lo lleva el piache ; pero si muere, no se lleva nada. · Cuando el piache está en su operación no se puede hacer ruido, ni interrumpirle, ni entrar donde él está, porque de lo contra– rio, mueren enfermo y piache. Nuestros misioneros les han probado a los indios que no hay tales · carneros, pues basta muchas veces una purga para que se
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