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63 ler el maíz para prepal'arle la chicha; como se ve, la india esposa no es más que una esclava. El vestido del guajiro es muy sencillo: dos trozos de tela de unos diez centímetros de ancho y un metro de largo, arrollados, uno a la cintura a modo de faja, llamado por ellos «ciira», y el otro pasado por entre las piernas, llamado «guayuco», que apenas lo– gra cubrir lo que se pretende. En ocasiones más solemnes, y cuando van a poblaciones de civilizados, usan una especie de saco Tipo de i1uli~ !~u;ijira cuadrilongo con una aberturn en el centro para dejar· pasar la ca– beza, otra en el lado izquierdo para el brazo, y el lado derecho todo abierto para el libre manejo del arco y las flechas. Lo llevan reco– gido a la cintura, colgándoles hasta las rodillas. Las indias, desde su más tierna edad, guardan mayor modes– tia, aunque hasta que llegan a la pubertad no usan sino el «shirapu», rollo de cuentecitas de vidrio arrolladas a la cintura, y el «guayuco» mucho más ancho que el de los hombres, y que les llega hasta la

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