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39 procesión pisó terreno guajiro veíanse salir de entre los montes, y correr apresuradamente por aquellas extensas sabanas, una muche– dumbre de indios e indias que iban a tomar parte en aquella fun– ción. Todos se acercaron y anduvieron el trayecto que les faltaba con el mayor respeto, llevando el grupo de indios de cada ranche– ría su Caporal, vestido lo mejor que entre ellos se acostumbra y ocupando lugar de preferencia . Cuando llegaron a Guamachal había ya reunidos unos 600 indios, sumamente contentos y festivos porque se les proporcionaba aquel día de alegría. El D. Esteban bendijo la capilla y celebró la Santa Misa con la mayor solemnidad - posible, dirigiéndoles después la palabra del .Santo Evangelio, en idioma guajiro. En este mismo día se inau– guró una escuela para niños y adultos, la que comenzaron a fre– cuentar muchos indios de ambos sexos. Establecida la capilla, la casa y la escuela en Guamachal, con– tinuaron visitando otros puntos de la Guajira, en donde ejercían el sublime ministerio. Visitaron la ranchería de Ca111bus1e, donde bau– tizaron a muchos indios, a quienes comenzaron a instruir y hablar– les de Dios; y al decirles que Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar, respondían diciendo que ellos nunca habían oído hablar de Dios, «Mareigua» . Durante su permanencia bautizaron 60 indios, entre párvulos y adultos. De Cambuste pasaron a lsamana, donde fueron muy bien recibidos por el Caporal Daipara, indio de los más ricos de la Gua– jira. De Isamana marcharon a las rancherías de Hático, Carazúa y otras, y después de algunos días de instrucción, bautizaron a 157 indios de diferentes sexos y edad. · Después de esta consoladora excursión, regTesaron a Rioha– cha el D. Valdeviejas y Fr. José de Castroverde . Habiendo descansado de las fatigas de la expedición, el día 25 de febrero de 1889, el D. Valdeviejas y Fr. José de Castroverde se embarcaron, a las ocho de la noche, en la goleta «Guarda-Costas» para ir al puerto de Bahíahonda, a donde llegaron el 27 del mismo mes. En este sitio predicaron y exhortaron a muchos indios adul– tos, que después recibieron el Santo Bautismo . De aquí pasaron a las rancherías de Siguarín y Daraipa . En todas estas rancherías, unas de mejor condición que otras por sus terrenos fértiles, por sus aguas y por sus ganados, causó gran admiración la presencia ·del misionero . La voz de estos intrépidos varones, portadores de la civilización cristiana, fué oída con respeto por todos los que allí habitaban, quienes, convencidos de las verdades que escuchaban,

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